Glifosato ¿hay riesgo sanitario o de desabasto alimenticio?

El 1 de enero de 2021 entró en vigor un decreto del gobierno mexicano mediante el cual plantea la sustitución gradual del herbicida glifosato en nuestro país, hasta dejar de usarlo por completo el 31 de enero de 2024.

Unos apoyan esta medida porque le imputan riesgos medioambientales y para la salud de las personas, incluyendo el cáncer. Otros han expresado reservas porque la medida podría conducirnos a escenarios peligrosos de desabasto alimenticio o a un incremento significativo de los precios. Es un tema muy importante que requiere de más atención.

Este herbicida se utiliza para deshacerse de malezas que crecen junto a los cultivos, y que compiten contra nuestros alimentos por recursos como agua, rayos de sol y nutrientes. Por eso se busca eliminarlas. El glifosato es el herbicida más usado en el mundo, y en México es utilizado por el 73% de los agricultores para controlar más de cien tipos de malezas que afectan a más de 30 cultivos como el maíz, sorgo, frijol, hortalizas, cítricos, café y caña de azúcar. 

El uso de este herbicida incrementa el rendimiento del cultivo entre 20% y 30% al aplicarlo antes de la siembra, durante la preparación del terreno. No obstante, también se usa para el control de las malezas durante el crecimiento del cultivo.

El glifosato es importante para los agricultores del sureste mexicano, ya que el clima tropical y la alta fertilidad de los suelos de la región facilitan la rápida aparición y crecimiento de malezas en los campos de cultivo. Por ello, el 50% del glifosato que se usa en México es aplicado por pequeños y medianos agricultores del sureste.

El gobierno y quienes apoyan este decreto, argumentan que diversas investigaciones científicas han alertado que el glifosato tiene un impacto negativo en el medioambiente, efectos nocivos en la salud, tanto de los seres humanos como de algunas especies animales incluyendo polinizadores, y que llegó a ser identificado como probable carcinogénico en humanos por la Agencia Internacional de Investigación de Cáncer (IARC) de la Organización Mundial de la Salud (OMS). 

El debate del glifosato está vigente en todo el mundo. Por ejemplo, en Alemania hay planes para restringir su uso a partir de 2023, por lo menos en jardines domésticos y en los bordes de las tierras de cultivo. Algunos alcaldes franceses y el gobierno austriaco ya lo prohibieron.
La recopilación Antología toxicológica del glifosato, de E. Martín Rossi, cita más de mil artículos que exponen evidencia de cómo el glifosato tiene efectos nocivos en nuestra salud. 

Por ejemplo, un estudio encontró que en Monte Maíz, un poblado agrícola de 8 mil personas en Argentina que utiliza el glifosato, había una tasa de abortos espontáneos tres veces mayor a la del promedio del país y la tasa de anomalías congénitas era de casi el doble. Además, argumentan que la naturaleza cultiva la biodiversidad y el glifosato es un instrumento de guerra en contra de la biodiversidad, las plantas y las especies que dependen de las plantas.

Por otro lado, hay quienes defienden que el glifosato no es dañino para la salud. Las autoridades de protección ambiental, de salud y seguridad alimentaria de Estados Unidos, Europa, Alemania, Australia, Corea, Canadá, Nueva Zelanda y Japón han publicado múltiples estudios con los que clasifican al glifosato como no dañino para la salud, y en las revisiones anuales de muchos organismos de salud reafirman su inocuidad para el humano y los demás animales. 

El herbicida lleva usándose más de 40 años y, aunque en 2015 la IARC la clasificó como posible cancerígeno, en 2016 la Organización Mundial de la Salud y la Organización de Alimentación y la Agricultura de la ONU, la FAO, lo clasificaron como seguro. Además, esa clasificación de probable cancerígeno es compartida por las bebidas calientes, comer carne roja, el oficio de estilista y vivir en ciudades contaminadas; en ningún país están promoviendo prohibir estas actividades o productos por cáncer, ya que son de muy bajo riesgo, como el glifosato. 

La Dra. Beatriz Xoconostle, investigadora del CINVESTAV y a quien entrevisté recientemente, ha argumentado que los datos presentados en la literatura científica demuestran la inocuidad del glifosato en animales y humanos. También argumenta que en 2015, cuando se clasificó como posible cancerígeno, de los 909 artículos disponibles sobre el tema la IARC sólo tomó en cuenta 6, lo que pudo haber sesgado los resultados. 
El Dr. Miguel Mulet publicó una nota en El País, en la que afirma que “el glifosato es un herbicida cuyo mecanismo de acción se basa en que inhibe una ruta bioquímica esencial para plantas, pero que no está presente en animales. Esto explica su baja toxicidad, menor que la de la cafeína o de la aspirina”. 

Javier Trujillo Arriaga, Director del Servicio Nacional de Sanidad, Inocuidad y Calidad Agroalimentaria, explicó en una entrevista que el glifosato no se inventó, que es algo que descubrimos en la naturaleza y que tiene muchas ventajas: es muy barato, muy efectivo y es tan seguro para la salud que tiene clasificación verde en México, es decir, de muy baja toxicidad. 

A Trujillo le preocupan dos cosas. Primero, que si los agricultores dejan de tener acceso al glifosato entonces utilicen otros herbicidas baratos como el Paraquat que es muy tóxico, clasificación roja, que de hecho se utiliza para intentos de suicidio. Su segunda preocupación al respecto es el impacto en la producción de alimentos para los mexicanos.

Al ser utilizado por el 73% de los productores en México, el presidente del Consejo Nacional Agropecuario, Bosco de la Vega, afirmó que dejar de utilizar el glifosato podría generar una pérdida de entre 20 y 40% de la productividad en México, dependiendo de cada cultivo, lo que afectaría de forma directa a 7 millones de agricultores, más otros 24 millones de personas que dependen de diversas formas de la agricultura. Esto es algo muy grave en medio de una crisis económica. 

Una reducción de 20% en la producción implica dejar de producir más de $76 mil millones de pesos que pagaremos entre los consumidores, los agricultores y los contribuyentes fiscales. 

Además, existen otras preocupaciones, como el hecho de que la Comisión Nacional de Mejora Regulatoria censuró, mediante la eliminación, más de 650 comentarios de productores y académicos que manifestaron su apoyo al uso de glifosato cuando se presentaron los proyectos de decreto. 
Dejar a los agricultores sin glifosato podría atentar contra la meta planteada por el presidente de alcanzar la autosuficiencia alimentaria.

Es entendible las preocupaciones por el uso del glifosato pues, aunque muchos estudios señalan que es seguro, hay autoridades que exponen sus preocupaciones por posibles efectos nocivos en nuestra salud y el medio ambiente. Además, existe la preocupación por una muy amplia dependencia a una única substancia. Por ello, es importante acelerar la búsqueda de sustitutos competitivos a este herbicida, los cuales aún no tenemos. Curiosamente, para encontrar sustitutos, necesitamos un mayor apoyo a nuestros científicos. 

Además, debemos hacer un análisis más profundo de la evidencia científica disponible, en un amplio diálogo abierto, que debe preceder la toma de cualquier decisión definitiva. No está bien tomar decisiones unilaterales desde el poder, sin el suficiente análisis de sus consecuencias en todos los aspectos: en nuestra salud, la producción de alimentos y el ingreso de los agricultores, entre otros. Estas medidas tan trascendentes requieren de mucha más discusión a fin de tomar la decisión que más le convenga al país y a todos los que formamos parte de él.

Muchos países están analizando restringir al glifosato, pero mientras no encuentren buenos sustitutos, permiten a los agricultores emplearlo para no causar problemas de desabasto alimenticio, de menores ingresos para los trabajadores del campo o de un incremento en los precios. Además, no quieren orillar a los agricultores a usar otras sustancias más tóxicas y con menores beneficios para los campesinos. 

Fuente: El Universal

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